De niño en la cocina de mi madre amasando el pastel de lo que seria mi vida, de pronto el llanto de una niña recién nacida, corri para verte y desde entonces me enamoré.
Fue pasando el tiempo entre pasteles y galletas y fuiste creciendo convirtiéndote en princesa y mientras yo esperaba ser el ingrediente que completara tu receta, tú ibas probando sabores para completar esa tarta perfecta. Y en mi fiel silencio a tu lado, mantenía en secreto mi propia receta en la que sólo faltabas tú.
El tiempo transcurre, los postres van y vienen, no te gustan o su sabor desaparece, no ha fórmula perfecta.
Cuando por fin te das cuenta del ingrediente primordial, aquel que tuviste siempre a mano y nunca quisiste a tu pastel agregar, probaste mi sabor axial como yo, del tuyo probé, fue el amor más dulce, la perfecta receta del amor... aquella tarta de almendras que en un suspiro terminó.
No la pierdas nunca, es una receta muy especial.
Mil gracias por esos tiempos, deliciosos tiempos, suaves tiempos, duros tiempos, dulces tiempos, tiempos de amos, TIEMPOS DE AZÚCAR.
-A ver, ¿qué has puesto? Se baten 12 claras a punto de
nieve. Cuando ya están bien duritas se le echan las yemas.
Y luego…
- Espera
-Sí, cariño. Se le echan las yemas. Luego, se añade medio
kilo de azúcar. “Azúcar” con la zeta, Miguel. Poco a poco,
se deja de batir, hasta que se deshaga. Luego, se mezclan
100 gramos de harina de almidón con 400 gramos de almendra
molida.
- Espera, mamá, no vayas tan deprisa.
- No, hijo. Se bate todo muy bien y se le echa la ralladura
de un limón, y luego, una hora de horno fuerte. Horno
fuerte.
- Si veo que se me tuesta mucho, hago como tú, lo tapo con un
periódico.
- Sí, cariño. No la pierdas nunca. Es una receta muy especial
y muy antigua. Me la dio tu abuela antes de morirse.
- ¿Y dónde la tienes?
- Yo me la sé de memoria.
- ¿Por qué es tan especial?
- Porque, una vez, una esclava árabe consiguió enamorar a su
sultán preparándole esta tarta de almendra. Aunque todos
pensaban que su amor era imposible, ella inventó para él
esta receta con tanto amor que el sultán la convirtió…
¿sabes en qué? En su esposa favorita. Esta receta no la
sabe nadie.
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